La peculiaridad del inmueble radica en que ambas casas comparten una crujía en común. En conjunto, las casas ocupan 870 m2. de superficie y se organizan en torno a un gran patio rectangular, centralizado por una gran alberca de ecos nazaríes, más pórticos con arquerías árabes en sus lados menores (hoy sólo sobrevive uno. El pórtico desaparecido, el meridional, apuntaba directamente al Generalife, como consta en los grabados que hizo el artista inglés J. F. Lewis en 1831–33. La hermosa ventana que allí se abría se conserva actualmente en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid). El pórtico conservado es, por otro lado, en cierto modo una reconstrucción basada en un análisis del arquitecto y conservador Leopoldo Torres Balbás, quien reutilizó numerosos elementos nazaríes hallados en su recreación –como basas, fustes y capiteles de mármol–. Los mocárabes e inscripciones epigráficas que antaño decoraban la puerta de la sala principal se exhiben hoy en el Museo de la Alhambra. Las salas principales de la planta alta presentan cubiertas mudéjares en técnica de par y nudillo. La sala más occidental es la que se comparte con la anexa casa de Hernán Ferí; columnas de mármol blanco originales destacan en el centro de los lados mayores del patio albercado. Bajo la sala de la crujía Norte se ubica un aljibe alimentado antaño por la Acequia de Aynadamar. La galería presenta aquí características ornamentales diferentes del resto del edificio, aunque pervive la fusión de elementos nazaríes con otros góticos, como las zapatas de lóbulos de pecho de paloma, o renacentista–mudéjares como las tallas de jarrones en los frentes de las zapatas de los lados menores.
Frente a la Casa del Chapiz, se alza el enorme Carmen de la Victoria , propiedad de la Universidad de Granada: un precioso inmueble rodeado de aromáticos jardines y fuentes de gusto árabe, que funciona en nuestros días como residencia de lujo para profesores invitados. Destacan sus gigantescos ejemplares de cedros y cipreses centenarios, a la entrada, visibles desde largas distancias. La ínfima Plaza del Peso de la Harina –remodelada a mediados de la década de 1990, hasta obtener su fisonomía actual- aparece centrada por la estatua del Chorrojumo, popular gitano granadino que vivió a finales del siglo XIX. Curioso personaje, sin duda, que se ganaba la vida haciendo tejemanejes y trueques por las calles, o simplemente paseando por la Alhambra para retratarse con los turistas extranjeros a cambio de alguna pequeña pero mañosa compensación. Se autoproclamaba “Rey de los Gitanos” en virtud de un extraño poder milenario supuestamente depositado en su persona, desde tiempo de los faraones egipcios. Pasó a la fama tras ser inmortalizado por varios artistas y escritores, como Mariano Fortuny o el fotógrafo García Ayola. La estatua, obra del profesor Don Antonio Salazar en chapa de hierro, fue colocada aquí en 1995. La gente se encariñó pronto con la estatua, porque cuando, en el 2001, fue quitada por el Ayuntamiento para arreglar su asiento, se difundió el rumor de que un vándalo la había robado, causando una sonora indignación popular en el barrio.
Un poco más arriba, a mano izquierda, se encuentra el Aljibe de la desaparecida Mezquita al-Ahdāb (“del Jorobado”), que en su época fue la más importante del arrabal Albayda. El aljibe, de unos 20 m3. de capacidad, hoy está tapiado, aunque hace un lustro daba agua aún. De la mezquita no quedan restos.
Más arriba, a nuestra derecha, se abre el diminuto Callejón de San Luis y la Placeta de Albayda, a partir de la cual se extiende un vasto conjunto de calles y callejuelas, que corresponderían al espacio de los antiguos arrabales al–Zanī, al–Rawdā, al–Aywāz, al–Siyāsī y Fajalauza. Una zona amplísima, donde es fácil perderse si se es forastero, pero llena de secretillos fascinantes y encanto. Desde Plaza de Albayda, se abren dos opciones a priori: seguir una de sus arterias principales, la Calle San Luis, en dirección a la Rauda y la Puerta de Fajalauza; o bien subir la cuesta en frente nuestra hasta enlazar con Verea de Enmedio. Si tomamos esta última vía encontraremos, entre típicas casitas albaycineras, la blanca Cueva del Chorrojumo, hogar del estrambótico “Rey Gitano” citado.
Unos pasos más adelante, como si custodiara el acceso más alto al barrio del Sacromonte vecino, se encuentra la recoleta Fuente de la Amapola , envuelta en música de agua, genuino pedacito de dulzura por su sencillez. y alivio de gargantas resecas. Este punto supone un alto en el camino, que ofrece fantásticas vistas de la Alhambra , el Generalife, sus colinas y terrazas… Pero sobre todo, nos permitirá hacernos una idea de la singularidad del nuevo espacio urbano donde nos hallamos: el nacimiento, por su parte más elevada, del histórico barrio del Sacromonte.
Barrio gitano de Granada por excelencia, visto desde la Fuente de la Amapola –uno de sus miradores más aventajados–, se despliega como un mundo de retorcidas calles en constante “sube-y-baja”, de enigmáticos patios floridos donde descansan los gatos, de escaleras de gravilla y cantos rodados, de higos chumbos y yedras; pero sobre todo, como lo que es: un hábitat humano típicamente troglodita, de casas-cueva y cuevas perfectamente encaladas, abiertas en la roca viva, cuya presencia queda delatada aquí y allá por alguna portezuela o el perfil vaporoso de las chimeneas. Para muchos, es el sitio más hermoso, pintoresco y auténtico de toda Granada.
Retrocediendo, llegaremos a la Verea de los Pinchos, conectando en un santiamén con Calle San Luis. Dos cisternas de origen árabe se conservan en los alrededores, recuerdo de viejas glorias islámicas. El Aljibe de Santa Isabel de los Abades dependía de la desaparecida mezquita de Yamī’ Shushūnā, y hoy se conserva en su lugar original, parcialmente oculto entre construcciones modernas. Cuando Shushuna fue derribada en el siglo XVI para construir encima la iglesia que da nombre al aljibe, se mantuvo éste para abastecer de agua al templo y su feligresía cristiana. La iglesia corrió sin embargo, poco después, la misma suerte que la mezquita anterior, demolida y nunca reconstruida.
El otro aljibe, que abastecía a la extinta mezquita al-Sāfā (“de la Pureza”) se ubica al lado de la abandonada Iglesia de San Luis de los Franceses, pequeño templo gótico-mudéjar (siglo XVI) arruinado en el año 1932 tras una revuelta anticlerical que echó a perder, entre otras cosas, su bella techumbre mudéjar. Al exterior se aprecia un desvencijado tejado a dos aguas y una bonita portada con arco ojival gótico de ladrillo. La torre resiste a duras penas el paso del tiempo. El templo está en esperas de ser restaurado y rehabilitado convenientemente.
Detrás y por encima del Aljibe de Santa Isabel, nace una callecita empinada que conduce, serpenteando, hasta la Cruz de la Rauda , pequeño espacio abierto caracterizado por una enorme cruz de piedra barroca, normalmente adornada con ramilletes de flores, velitas y otras muestras de devoción popular. En este lugar, otra mezquita hoy inexistente sirvió de centro de culto para los habitantes del barrio durante los siglos XIV y XV, cerca del área por donde se extendía el más importante cementerio musulmán de todo el Albayzín, el Qabrāt al-Rawda.
Las ventajas de la panorámica desde la Cruz de la Rauda es no sólo su paz evidente, dada su lejanía del centro y su relativa inaccesibilidad, sino su aire puro, su naturaleza, su capacidad de sugestión. Pero sobre todo destaca por el hecho de que, desde ella, la vista abarca exclusivamente la Alhambra y el Generalife, con Sierra Nevada al fondo, y una parte del Albaycín, dando la sensación de que la Granada moderna y contemporánea –de la Catedral , de Gran Vía, del estrés del móvil y las prisas– no existieran por un momento...
Un simple sendero de tierra se encamina, algunos metros más arriba, hacia una zona plagada de chumberas, pitas y cuevecillas habitadas por jóvenes hippies y extranjeros llegados aquí, tiempo atrás, en busca de un ambiente tranquilo y formas alternativas de vida. Como telón de fondo, se recorta contra el horizonte la Ermita de San Miguel Alto y una larga prolongación de la muralla antigua, del siglo XIV, conocida como Cerca de Don Gonzalo. Este fragmento de muralla mora debe su curioso nombre a la leyenda de que su construcción fue costeada, principalmente, con el pago del rescate del Obispo de Jaén, Don Gonzalo Stúñiga, cautivo de los nazaríes. El obispo se destacó en vida por su agresividad, hasta el punto de que un romance de época asegura que “decía misa armado”. Sin embargo, hoy sabemos que la cerca fue realmente construida por iniciativa de Ridwan, el visir de Yusuf I, y que en las obras trabajaron numerosos presos cristianos, como demostró el hallazgo de numerosas frases escritas por los trabajadores en lengua romance sobre los muros. Un tramo de esta cerca enlazaba con Puerta Elvira y otro bordea el Camino de San Antonio.
Más arriba, tenemos la solitaria Ermita de San Miguel Alto. La forma más cómoda de acceder a ella sería subiendo calle San Luis hasta el barrio de Haza Grande y de ahí tomar una carretera que describe un amplio círculo. Pero si nos sentimos fuertes y no importa trepar un poco entre oscilantes veredas campestres, llegamos en pocos minutos hasta la ermita. Aquí, en un espacio lleno de terracitas y pequeños prados, se celebra una de las romerías más bonitas y emocionantes de Granada, cada último domingo del mes de septiembre, en honor al santo. En la romería corre el vino, la buena comida y la simpatía desbordante de las gentes entregadas a la fiesta. La vista es aún mejor que la de Cruz de la Rauda , dado que nos encontramos en un otero mucho más alto. La tradición cuenta que una atalaya mora se alzaba donde hoy está la ermita, y que a pocos pasos se encontraba la Mezquita del Aceituno. Del oratorio musulmán sólo ha quedado la surgente de agua que sirvió de fuente de abluciones, y que hoy se llama Fuente del Aceituno, a espaldas del templo. Sus aguas son frescas y dulces. Esta zona quedó arruinada tras la invasión napoleónica en 1814, y la actual ermita, sencilla pero muy linda, es, en gran medida, una reconstrucción del siglo XIX de la anterior.
La recoleta Capilla de la Ermita de San Miguel Alto se abre sólo una vez al año, cuando, con motivo de la romería de septiembre, se saca en procesión la efigie, entre vítores y aclamaciones populares. El arcángel San Miguel fue uno de los santos patrones de la Reconquista ; por eso, su estatua aparece pisando al típico dragón o diablillo –encarnación del Mal–, sólo que, cosa harto curiosa, el aspecto de la bestia en este caso recuerda más bien a un desdichado moro sosteniendo en la mano las mismísimas llamas del infierno, simbolizando así la derrota y expulsión del Islam de la Península Ibérica.
Puerta de Fajalauza. /Foto: Dominio Público / Wikimedia Commons. |
Descendiendo de las alturas hasta retornar a calle San Luis, se abre, imponente, la gran Bab Fayy’al–Lawzā de Puerta árabe de Fajalauza (“Collado del Almendro” en árabe). Se trata de una puerta urbana fortificada, que controlaba un importante acceso al arrabal, y desde la cual partían lienzos de muralla trepando la colina. Tal vez tuviera en origen la característica forma en recodo, pero las reformas de época cristiana la eliminaron, alineándola con la calle actual.
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