lunes, 23 de enero de 2012

El Albaycín Bajo (III): desde la Cuesta de Chapiz hasta la Casa de Porras


           Al final del Paseo de los Tristes, frente al puente, arranca otra empinada y larga subida hasta la cima del Albaycín, la Cuesta del Chapiz, que atravesaba de Norte a Sur el antiguo arrabal moro de Albayda (“La Blanca”) y que actualmente sirve de límite natural entre el Albayzín y el Sacromonte. La plazoleta conocida como Peso de la Harina, en cuyo centro se erige la estatua del Chorrojumo, el célebre “último Rey Gitano”, conduce directamente por el Camino del Sacromonte al corazón mismo del conocido barrio, con sus pintorescas cuevas gitanas y todo su colorido tradicional, maravillosamente mantenido por el cariño y el trabajo de innumerables generaciones de personas ligadas al arte flamenco. 

 El Cristo de los Gitanos. Una de las tradiciones religiosas más conocidas y llenas de emoción y sabor popular de la Semana Santa granadina, llega la tarde-noche del Miércoles Santo: entre tambores y trompetas, sale la procesión del llamado “Cristo de los Gitanos”, en realidad, Cristo del Consuelo y María Santísima del Sacromonte. El momento de mayor expectación –llegando a congregar a miles de personas– es cuando la procesión llega al arranque de la empinada Cuesta del Chapiz y, a la debida señal, los costaleros suben corriendo a toda velocidad la cuesta, entre aplausos y lágrimas de los asistentes, girando en la Plaza del Peso de la Harina para adentrarse en el Sacromonte. A eso de las 04:00 h. de la madrugada suele llegar a su destino, la Abadía del Sacromonte. En las cuevas se encienden hogueras, se canta, se baila y se celebra una noche única, digna de presenciar y vivir activamente.
  El Albaycín ve, además, los siguientes días –como el Jueves Santo– sus calles engalanadas por otras procesiones, también de profundo arraigo popular: la Virgen de la Aurora, la de la Concha, la de la Estrella, la del Cristo del Silencio. Todas ellas permiten que la vida de los albaycineros se prolongue hasta casi el amanecer.
  
Al comienzo de la cuesta, casi al lado del puente, se erige el formidable Palacio de los Córdova, los Duques de Sesa, también conocida como la antigua Casa del  Gran Capitán, Don Gonzalo Fernández de Aguilar y de Córdoba, héroe de la Reconquista. A decir verdad, lo que hoy contemplamos es una reconstrucción del palacio original, hasta aquí trasladado a mediados del siglo XX, piedra a piedra, desde su emplazamiento original (en Calle San Matías, en el barrio del Realejo), gracias a la paciente labor del Sr. Gómez Moreno, arquitecto-restaurador que supo conservar gran cantidad de elementos originales del inmueble para evitar su pérdida o, peor aún, su destrucción. 
       El interior del palacio, organizado en torno a un gran patio-distribuidor con galerías con bóvedas de aristas y columnas renacentistas, conserva algunos artesonados mudéjares originales, de indudable interés. La fachada exterior, una de las partes más magníficas y llamativas del edificio, exhibe una fantástica portada de dos niveles, toda de piedra labrada y ornamentada de alta calidad, rematada por un alero resaltado algo exagerado, a modo de pronunciada “visera” protectora. La torre lateral mudéjar aporta distinción al conjunto. una esquina acoge un curioso detalle que a más de uno llamará la atención: la estatua de un pequeño dragoncito o sierpe alada, que antaño estuviera en la calle Sierpe Baja, precisamente. Los deliciosos jardines que rodean al palacio reconstruido son fruto de una planificación historicista del siglo XX, que trata de recrear la esencia del típico jardín nazarí.

       Subiendo la Cuesta del Chapiz, unos cincuenta metros más arriba del Palacio de los Córdova, arranca a mano izquierda la calle San Juan de los Reyes. De claro regusto medieval y trazado levemente serpenteante, se presenta como una estrecha y larguísima calle empedrada, plagada de casas típicas y cármenes de aires moriscos, una especie de arteria que une, por esta parte del Albaycín Bajo, la Cuesta del Chapiz con la Iglesia de San Gregorio Bético y las Teterías, y la parte trasera de la Real Chancillería, en su extremo final (o inicial, según de donde partan nuestros pasos). Asimismo San Juan de los Reyes discurre paralelamente a la Carrera de Darro y el Paseo de los Tristes, aunque por una especie de terraza o nivel superior de la falda de la colina del Albaycín. El espacio comprendido entre estas calles hasta el límite impuesto por la Calle Bañuelo, correspondería grosso modo con el del antiguo arrabal musulmán de los Ajsares, famoso en su época por su aires frescos y perfumados, tenidos por saludables, y por sus lujosos palacetes, pues era el barrio favorito de la nobleza nazarí. 
       Por estos andurriales se encontraban también, hasta hace relativamente poco tiempo, dos grandes puertas abiertas en la muralla árabe que protegía el arrabal de los Ajsares, hoy desaparecidas: la Bab al–Sumāysh o Puerta del “Solecito” y la que conectaba con el arrabal vecino llamado “de La Blanca” (en árabe: al–Bāyda), en el lado más oriental de la cerca defensiva. Hoy sólo queda por desgracia el recuerdo, en la toponimia, de aquellas puertas amuralladas, quizá similares a las que aún conserva Granada actualmente, en el Arco de las Pesas (en Plaza Larga, en el Albaycín Alto), y en el más monumental Arco de Elvira.
       Aproximadamente hacia la mitad de esta enorme calle, destaca la pequeña pero encantadora Iglesia de San Juan de los Reyes (siglo XVI), edificada sobre la antigua mezquita de al–Taibín, o “de los Conversos”, así llamada porque en tal templo musulmán numerosas generaciones de mozárabes granadinos abandonaron el Cristianismo para abrazar el Islam y convertirse en muladíes (“nuevos musulmanes”). Esta iglesia reviste además un notable interés histórico-artístico por un pequeño detalle: su torre-campanario corresponde en gran medida al alminar de la desaparecida mezquita, y, de hecho, en sus muros se conservan, aunque bastante deteriorados, restos de la decoración original musulmana, unos peculiares paños de sebka -juegos de hileras de ladrillos entrelazados formando diseños geométricos de aspecto romboidal-, que delatan sus orígenes almohades o tal vez nazaríes (cronológicamente, de la primera mitad del siglo XIII). Dada la escasez de restos de arte almohade conservados en Granada, se entiende por qué tienen tanta importancia y tan elevado valor estos restos de sebka sobre el minarete-campanario de San Juan de los Reyes.


Típico callejón en cuesta del Albaycín Alto. La portada de piedra que se abre, tímidamente, en el lado derecho de la foto, corresponde a una de las puertas del siglo XVI de la Iglesia de San Juan de los Reyes.

         Por otro lado, tras la Toma de Granada en 1492, el hecho mismo de que fuera en la citada mezquita de al-Taībín donde tantos antiguos cristianos abandonaron en el pasado su fe original para convertirse al Islam, fue aprovechado, digamos simbólicamente, por los Reyes Católicos con fines de propaganda política pro-cristiana para consagrar la primera iglesia de la ciudad recién conquistada (el 5 de enero de 1492), y fundar en ella el primer centro de conversión al Cristianismo para musulmanes.  Si bien la iglesia sufrió algunos destrozos a lo largo de su larga historia -por ejemplo, durante los disturbios callejeros que protagonizaron algunos grupos de revoltosos anticlericales durante la Segunda República y momentos antes de la Guerra Civil-. recientemente ha sido restaurada en su estilo gótico original, de forma bastante afortunada. 
       Frente a la puerta principal de la Iglesia de San Juan de los Reyes se encuentra uno de los pocos torreones árabes supervivientes del sector Sureste del perímetro amurallado de la Alcazaba Vieja (la de los reyes Ziríes), el Torreón de la Placeta de las Escuelas. Hoy resulta difícil de apreciar en su totalidad, pues con el tiempo se construyeron viviendas adosadas en tres de sus lados. Se trata de un torreón de esquina –pieza defensiva desde la cual parten lienzos de muralla en nuevas direcciones– hecho en tapial a base de argamasa rica en cal y cantos rodados. 


Detalle de los muros de tapial del torreón de Placeta de las Escuelas, "incrustado" entre varias viviendas modernas.
Vestigios supervivientes de la muralla de la desaparecida Alcazaba Qadima, o Vieja, de los Ziríes (siglo XI).

      En el número 16 de la Cuesta de las Tomasas, tenemos un precioso ejemplo de aljibe árabe del siglo XIII. Presenta la peculiaridad de hallarse cubierto por una cúpula semiesférica, que le otorga su extraña planta circular. Que sepamos es único en su clase en Granada (normalmente los aljibes árabes eran rectangulares, mientras que los cristianos solían ser circulares).; en toda la provincia, sólo se conoce otro circular en el Castillo de Almuñécar.
       La recoleta Placeta de Carvajales es uno de los rincones más encantadores y, a la par, menos conocidos del Albaycín. Su nombre proviene de cierta casa que fue propiedad, en otros tiempos, del noble linaje de los Carvajal. Si bien el lugar carece de monumentos de interés propiamente dichos, su interés radica en detalles bastante más sutiles, pero fácilmente notables, pues recoge gran parte del espíritu relajado y entrañable del barrio, de su tradición de toda la vida: sosiego, recogimiento, vida pausada, recogimiento, rumores del agua corriendo, entrañables ancianos sentados en banquitos de piedra charlando animadamente, de vez en cuando algún músico callejero tocando la guitarra,… Y por añadidura, constituye uno de los mejores miradores para observar la Alhambra tranquilamente, sin sufrir el excesivo abarrotamiento y bullicio de otros lugares más turísticos, como el Mirador de San Nicolás. De día, Carvajales resulta un lugar idóneo para meditar o leer un libro, especialmente en primavera y principios del verano, cuando su ambiente es más agradable, y de noche, se suele convertir en un punto de encuentro habitual para las parejitas. Un pequeño pilarillo de piedra renacentista (siglo XVI), justo debajo de la barandilla que protege esta dulce placeta, embellece el entorno y refresca el ambiente con el agua que vierten los caños de su fuente ornamental.
       La Casa de Porras, presidiendo la placeta homónima, es una de las más originales de la ciudad, pues en ella se contempla a la perfección la transición entre dos estilos y períodos arquitectónicos totalmente distintos (incluso opuestos, podríamos decir): uno en decadencia, agonizante, el gótico, y otro que nace pisando fuerte, la renacentista) cuando su fundación. Se accede a esta hermosa casa-palacio mediante una amplia escalinata empedrada, muy del gusto albaycinero. La portada de cantería es magnífica, bastante original pese a su relativa austeridad ornamental: la parte baja presenta un arco deprimido y rebajado, formando un acceso ancho y pulcro; sobre el arco gótico, entre semicolumnas de orden dórico, se abre una ventana rectangular decorada con las insignias heráldicas de su noble propietario, Don Alonso de Porras. Interiormente, la disposición corresponde al típico esquema de casa–patio castellana, con patio porticado de estilo gótico-mudéjar, un modelo de bastante éxito en los inmuebles cristianos de la Granada de finales del siglo XV y principios del siglo XVI. 
      La Casa de Porras acoge en la actualidad numerosas aulas donde se imparten talleres y cursillos,  organizados por la Universidad de Granada, de temáticas variadas (pintura sobre tela, talla, escritura, danza oriental, reflexología podal, guión de teatro, expresión corporal, cuentacuentos, etc.).

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